Bienestar

La violencia en la adolescencia: viejas problemáticas en nuevos contextos

today28 de enero de 2023

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Cuando ciertas problemáticas de la población se tornan cada vez más frecuentes, su nexo con lo histórico-social se hace evidente. El tema que nos convoca a hacer esta observación en estos días es la violencia.

Son las viejas problemáticas en nuevos contextos. Somos testigos de un incremento de conductas violentas auto y héteroagresivas en un contexto protector insuficiente: violencia familiar y social.

Esta época está signada por niveles de violencia en aumento y por la fragilidad del entramado social, en lugar de los ideales colectivos que sostenían a los jóvenes hasta el siglo pasado.

Entendemos que no es posible una comprensión acabada de un sujeto dejando por fuera los fenómenos de la época. Resulta imprescindible poder leer otros determinantes que no se reduzcan solamente a las causas psicológicas. También es fundamental considerar los procesos psíquicos que caracterizan la adolescencia.

El adolescente busca su sentido de identidad, a veces se da de forma paulatina y otras de modo abrupto casi como un torbellino. Los padres se encuentran perdidos, frustrados y rechazados.

Los miedos en la adolescencia

Temerosos por la llegada de la adolescencia, muchas veces los padres sufren por no entender qué les sucede a sus hijos. A esto se suma el miedo al mundo que los espera afuera, lejos de la mirada atenta y cautelosa de sus cuidadores.

El proceso adolescente fue descripto en innumerables oportunidades, no tanto así lo que los padres viven durante este cambio tan radical que implica la adolescencia, que es difícil y atemorizante. Los padres temen que sus hijos sufran, que les pase algo cuando se alejan de ellos.

Comenzamos a escuchar frases como “no pegué un ojo hasta que lo escuché llegar”. Esto, en parte, se da porque las situaciones de violencia y excesos a las que se exponen los adolescentes son posibles de pensar, pueden ser reales. Pero por otro lado, también nos enfrentamos a una sociedad con límites difusos, a una adolescencia sobreexpuesta a estímulos de todo tipo en donde los padres no saben si tienen derecho a intervenir y, a veces, hasta temen hacerlo.

Los padres temen que sus hijos sufran. (Foto: Adobe Stock)
Los padres temen que sus hijos sufran. (Foto: Adobe Stock)

En la cultura de la imagen y de lo fugaz, los y las jóvenes se expresan a través de sus conductas y en manifestaciones corporales. Cuando estas expresiones son protagonistas e intensas, dejan menos espacio a la posibilidad de pensar, reflexionar.

En esta manera de actuar, se evita la sensación de vulnerabilidad, el límite a la creencia de estar habilitado a todo y a las incertezas, propias de la adolescencia, buscando también la seguridad de una identidad en la pertenencia a un grupo. Se someten a experiencias peligrosas, muchas veces arriesgando su vida o la de otros, reforzando de esta manera los sentimientos de omnipotencia y aliviando las dudas sobre las posibilidades personales.

Pero estas son las condiciones dadas, no podemos modificar la sobreexposición y la existencia de las redes, las nuevas formas de expresar y vivir la sexualidad, la virtualidad en todo su esplendor, los distintos modos de “ser” que encuentran en redes sociales, pero podemos involucrarnos en sus experiencias, en ese lugar en donde los adolescentes todavía necesitan a los padres. Afortunadamente sigue siendo un gran espacio. Y es justo en ese espacio donde podemos y debemos generar un código común que ellos puedan explicarnos lo que nos es desconocido para que nosotros, como adultos, podamos evaluar a qué riesgos se exponen.

La autonomía e independencia

Para el desarrollo de la autonomía e independencia respecto de sus padres y para lograr un desarrollo de un aparato psíquico íntegro, los y las adolescentes requieren de un contexto familiar y social protector, estable y estructurante, padres que logren tolerar la confrontación necesaria para su crecimiento.

Los adolescentes quieren separarse, necesitan hacerlo e irán regulando, sin mediar explicación, las formas y los tiempos. Todo esto es posible con una figura o figuras de cuidado a quienes recurrir y es esperable que estén. Esa certeza de retornar y ser recibido, de alejarse sabiendo que pueden volver, le da al adolescente la posibilidad de transitar los cambios con un poco más de seguridad. Entenderán a la larga que hay padres que aceptan su individuación bajo estas condiciones que se dan de forma tácita.

La ayuda de un psicólogo puede ayudar en la adolescencia. (Foto: Adobe Stock)
La ayuda de un psicólogo puede ayudar en la adolescencia. (Foto: Adobe Stock)

La falla de la sociedad se materializa en el contexto familiar: al no encontrar en la familia una estructura estable y contenedora, el joven lleva sus conflictos a la calle, transitando por fuera, con figuras de autoridad que no están preparadas para la confrontación, simples transgresiones y delitos.

Así, la confrontación no lograda con los padres, al no ser tolerados por estos, los cuestionamientos, reproches, etcétera, derivan, en consecuencia, en la falta de una necesaria y protectora puesta de límites.

Etapa de cambios mediada por la posibilidad de dar lugar a la palabra

Cuando no se facilitan las diferencias generacionales no se da el reconocimiento de las y los hijos, y resultan comunes la confusión y la indiferencia.

Esta dificultad se explica, en parte, por la idealización de la adolescencia en la cultura. El exceso de posibilidades y de consumo generalizado, las tecnologías audiovisuales, tienen un papel importante, multiplicando imágenes presentes en “un clic” sin espera y sin prohibiciones. Tenerlo todo se transforma en una posibilidad.

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Esto influye en el vínculo de los y las jóvenes con la categoría de autoridad, y en la posibilidad de concebir proyectos. Cuando estas características presentan gran intensidad se observa: impulsividad, control y juicio deficientes, falta de previsión, emocionalidad superficial, ambición de poder, falta de respeto del derecho ajeno.

La adolescencia es vivida por estos y estas jóvenes como una etapa de cambios caóticos llena de miedos incontrolados.

Actualmente observamos el fracaso del proceso de desarrollo en un gran número de nuestros jóvenes. No hay pasaje a la adolescencia puramente individual, se desarrolla en contexto.

Los padres con identidad social y con proyectos, son referentes y objeto de identificación para sus hijos. Las instituciones con sus valores, normas y disponibilidad son continentes de las situaciones emocionales adolescentes.

Otorgar sentido a las emociones, a través de la palabra, genera la posibilidad de pensar. Es el trabajo que realizamos los profesionales de la salud mental que trabajamos con adolescentes.

(*) Dra. Valentina Esrubilsky (M.N. 65.549), Médica psiquiatra infanto juvenil y Psicoanalista miembro de APdeBA (Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires)

(*) Lic. Mercedes Magallón (M.P. 98.885), Licenciada en psicología y analista en formación IUSAM (Instituto Universitario de Salud Mental)

Escrito por E-GRUPOCLAN

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